Quiénes somos

La Coordinadora Antifascista de Jaén nace con la intención de convertirse en un espacio de lucha donde distintas individualidades, de muy diferente sensibilidad política e ideológica, se unen para combatir una problemática común: el fascismo, sea de la clase que sea. La CAJ tiene un funcionamiento asambleario, es autogestionaria y asume una serie de principios que, más allá del estricto antifascismo, son defendidos por todos los que formamos parte de ella, como son la solidaridad, el antirracismo, el igualitarismo, etc. La CAJ tiene su ámbito de actuación en la ciudad de Jaén y está abierta a cualquier persona que lo desee y que asuma los acuerdos estructurales de la Coordinadora, que, como hemos dicho al principio, nace como coordinadora de individalidades, donde los colectivos (partidos, sindicatos, asociaciones) de procedencia de los miembros deben quedar al margen. Por todo lo anterior, los miembros de la Coordinadora creemos que la violencia fascista, sea de la clase que sea y venga de donde venga, sólo se puede combatir desde la unidad de todas las fuerzas sociales e individuales que crean en la libertad, la igualdad y la solidaridad como máximos principios de organización social. Una y mil veces… ¡NO PASARÁN!

10 de septiembre de 2011

La memoria de las rapadas del franquismo


Durante la Guerra Civil, pero, sobre todo, en la inmediata posguerra, multitud de mujeres republicanas fueron vejadas y represaliadas. Las formas más habituales de ejercer esta violencia por parte de los vencedores de la contienda era rapar la cabeza a las mujeres, a modo de escarnio público, darles de beber grandes dosis de aceite de ricino y obligarles a limpiar iglesias y cuartales. También las tenían horas arrodilladas en los templos. Hubo violaciones impunes.

La Ley de Memoria Histórica, aprobada en 2005, no contempla a aquellas mujeres como víctimas específicas de la represión de la dictadura. Pero la Junta de Andalucía, sí; y mediante un decreto aprobado a finales de septiembre pasado las indemniza con 1.800 euros. “Más que el dinero es el reconocimiento público e institucional lo que hay que destacar”, explica Cecilio Gordillo, portavoz de la coordinadora de Recuperación de la Memoria Histórica del sindicato CGT Andalucía, promotor del decreto. De momento, la Junta ha reconocido a doce mujeres, ya ancianas, como víctimas de este violencia, y estudia cincuenta solicitudes más.

Luisa Rodríguez, de 102 años, vecina de Montellano (Sevilla), se ha convertido en la primera española a la que su pueblo, el mismo donde fue vejada hace setenta años, le ha rendido un homenaje por todas las humillaciones sufridas. Luisa era una madre soltera cuando las tropas insurgentes tomaron Montellano, en julio de 1936. Cinco días duró en aquel pueblo serrano la Guerra Civil. Luisa Rodríguez y su madre huyeron por el monte hasta Málaga, donde el hijo que esperaba murió en el parto. Esta anciana no ha superado aquel drama ni los hechos que vivió en 1939, cuando regresó a su pueblo. “Tenía un salvoconducto que me dio un militar, en cuya casa serví como ama de crianza de su hijo. Me dijo que me presentara en el cuartel de la Guardia Civil con él, que no me pasaría nada”, cuenta Luisa a Interviú. Pero sí le pasó. La raparon y así la exhibieron públicamente.

María González, de 90 años, jienense, sufrió en sus propias carnes las torturas de la policía franquista, a finales de los años cuarenta. Uno de sus hermanos era el célebre guerrillero `Zoilo´, capturado y fusilado en 1948. Por ese motivo, María y su madre fueron golpeadas y estuvieron en la cárcel; la hija, tres años; y la madre, siete. Antes de esto, en la Guerra Civil, María fue obligada a limpiar la iglesia y el cuartel de su pueblo, Escañuela (Jaén), “por orden del señor cura”.

Pura Sánchez, historiadora de Memoria Histórica, explica que el hecho de raparles la cabeza “tiene que ver con desposeerlas de su feminidad. El aceite de ricino era un purgante, que en grandes cantidades, como les daban a ellas, provoca fuertes dolores estomacales y graves diarreas. Hacerles esto a las mujeres y exhibirlas era un mensaje dirigido a los hombres: “Mirad lo que hacemos a vuestras mujeres, ahora son nuestras”. Eran consideradas un botín de guerra”, sostiene Pura Sánchez.

Ana Matía Pascual

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